Cuando el término “pulp” aparece en medio de alguna conversación, la mayoría de las personas rápidamente lo asocia con la película de Tarantino, “Pulp Fiction”, y la verdad, no van desencaminadas. Ahora bien, identificar toda la Pulp Fiction Americana de los años 20, 30, y 40 con esta película, es un absoluto despropósito. Desde un punto de vista etimológico, “pulp” hace referencia a un tipo de pulpa de madera con la que se fabricaba un papel amarillento, astroso y de muy mala calidad. Ese papel barato era el que se utilizaba a principios del siglo XX para las publicaciones de la época, las llamadas revistas pulp «magazines pulps». En palabras de Fernando Savater “el contenido de los pulps sería una literatura de tipo extrovertido, es decir, aquella que se centra en la acción misma y hace poco hincapié en los resortes que la mueven o los supone elementales: da prioridad al «qué» y aún más al «cómo» sobre el «por qué»; gusta de colores vivos, especias fuertes, ritmo ágil, y prefiere la exhibición muscular al análisis emotivo”.
Acabo de enterarme por los informativos de la tele, y… ¡joder!, creo que ésta es una de las noticias más emocionantes en lo que llevamos de siglo. Al menos ahora, en caso de tener que evacuar nuestro querido planeta, precipitadamente, por lo menos ya sabemos a dónde tenemos que ir, lo cual no es poco. El otro día hablábamos de la que sería, según la ONU, nuestra embajadora espacial en caso de invasión extraterrestre (quiero decir visita); y si las cosas se pusiesen feas, tal y como augura Stephen Hopkins, ahora, el hecho de contar con una vía de escape o planeta de repuesto, creo que es motivo de alegría, eso como poco. Lo malo…, será llegar hasta allí.
Como sacada de la extravagancia pulp más fantasiosa, al fin tenemos un embajador espacial; en este caso, embajadora. Aunque no lo parezca, ésta es una gran noticia, y por supuesto, un gran paso para la humanidad. Imagínense ustedes, que de un día para otro nos visita alguna delegación extraterrestre, así, de sopetón, sin avisar ¿Quién los recibiría? Lo más posible es que tardásemos días en ponernos de acuerdo; qué si los americanos querrían que fuese uno de los suyos; que si los rusos tres cuartos de lo mismo; que si la Paris Hilton se nos cuela por medio; o que si nuestra Belen Esteban reclama sus minutos de protagonismo…, y así, los unos por los otros, los pobres extraterrestes, perplejos y anonadados, tendrían que volver por donde han venido, y encima de vacío… ¡un despropósito!
Kick Ass ha sido toda una sorpresa, y además muy agradable. Si es la mejor película del año, o la mejor película de superhéroes en mucho tiempo es algo que os toca a vosotros decidir; yo solo voy a dar mi opinión.
Uno de los iconos más representativos del movimiento pulp —propio de los años 20, 30 y 40—, al margen de los distintos estilos como son la Weird Menace, el Haird Boiled, la Ciencia Ficción, el Western, o La Espada y Brujería, entre otros; son sin duda los superhéroes. Muchos de ellos perduran en la actualidad —con más o menos fortuna—, como es el caso de The Shadow; Flash Gordon; Captain Future; Doc Savage; Buck Rogers, etc.—, pero otros muchos han sido completamente olvidados para siempre —hasta que alguien le de por rescatarlos y hacerles una puesta a punto, claro está—. En este artículo hablaremos de G-8 y sus Battle Aces, del escritor Robert J. Hogan.
Si alguien me preguntase cual es mi película preferida, creo que respondería sin lugar a dudas Alien, de Ridley Scott; y aunque ese es mi género fetiche, también he de reconocer que de vez en cuando me muero de ganas por ver alguna buena película de aventuras clásicas, ya sean de piratas, de romanos, de vaqueros, o de 300 espartanos defendiendo el paso de las Termópilas; y, anoche, tuve el placer de recrearme con la última de Neil Marshall —un director que se ha ganado a pulso mi máximo respeto después de títulos como Dog Soldiers (una de hombres lobo); Doomsday (una historia postapocalíptica); o The Descent (sobre unas espeleólogas atrapadas bajo tierra)—. Las películas de romanos tratan casi siempre sobre los mismos temas; y quizás los más trillados sean las historias de gladiadores, como Espartaco, o aquellas otras que atañen a la campaña que llevaron a cabo los romanos por tierras britanas. La película Centurión trata precisamente de esto, de cómo la novena legión sucumbió a manos de los pictos, justo antes de que se levantase el famoso muro de Adriano —algo ya visto en otras películas más o menos recientes como el Rey Arturo, de Antoine Fuqua (2004); o La última legión de Doug Lefler (2007)—.
Tras meses de duro trabajo, desde Ultramundo, podemos revelar por fin toda información concerniente a este proyecto. Aquí mismo podréis leer algunas preguntas que responderán muchas de las incógnitas que podréis plantear sobre la revista y de paso, haceros ver que no estáis ante el mismo material de siempre.